"Desde la hora sexta se extendieron las tinieblas sobre la tierra hasta la hora de nona. Hacia la hora de nona exclamó Jesús con voz fuerte, diciendo: ¡Eloí, Eloí, lama sabachtani! Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Algunos de los que allí estaban, oyéndolo, decían: A Elías llama éste" (Mt 27, 45-47).
Reflexión:
Jesús gritó con voz fuerte, utilizando la poca respiración que necesitaba para expresar la terrible angustia que sentía. Se pasó "haciendo el bien" y sus seguidores lo abandonaron. Sintió en su propia carne el dolor de nuestros pecados, los tuyos y los míos, fue el precio por nuestra redención.
"Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
En ti confiaban nuestros padres, confiaban, y los ponías a salvo; a ti gritaban, y no los defraudaste.
Pero yo soy un gusano, no un hombre; vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza: "Acudió al Señor; que lo ponga a salvo; que lo libre si tanto le quiere."
Estoy como agua derramada; tengo los huesos descoyuntados; mi corazón, como cera, se derrite en mis entrañas.
Mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar; me aprieta contra el polvo de la muerte.
Me acorrala una jauria de mastines; me cerca una banda de malhechores: me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme…
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré." (Sal 22, 2-23)
Oh, Palabra encarnada, entraste en el mundo sintiendo el dolor de la paja y el frío de la noche y del mundo, ahora te despides con un dolor mucho más angustiante. Aunque sentías el dolor de los clavos y de la flagelación, el dolor interior te hizo sufrir más. Ese dolor causado por mis pecados de soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, egoísmo y pereza. Señor, ayúdame a no seguir pecando. Verte sufrir debería causar un horror al pecado, dame la fortaleza para seguirte hasta la cruz y acompañarte en los momentos difíciles de mi vida, así buscaré la forma de no pecar más por amor que por temor.